Sobre la mesa y encima de ella, un muestrario que había recortado recientemente de una revista ilustrada y guardado en un bonito marco dorado. Mostraba a una dama ataviada con un sombrero de piel y una boa de piel que, sentada erguida, levantaba hacia el espectador un pesado manguito de piel que le cubría toda la parte inferior del brazo. Luego se volvió para mirar por la ventana el tiempo desapacible.
“¡HE ELEGIDO UNA CARRERA AGOTADORA! VIAJAR DÍA TRAS DÍA”
Se impulsó lentamente sobre la espalda hacia el cabecero para poder levantar mejor la cabeza; encontró dónde tenía el picor y vio que estaba cubierto de montones de manchitas blancas que no sabía qué pensar.
Y cuando intentó palpar el lugar con una de sus piernas, la retiró rápidamente porque en cuanto la tocó le invadió un escalofrío. Volvió a su posición anterior. Otros vendedores ambulantes llevan una vida de lujo.
“OTROS CINCO O SEIS AÑOS SUPONGO, ESO ES DEFINITIVAMENTE LO QUE HARÉ”
Eran las seis y media y las manecillas avanzaban silenciosamente, era incluso más tarde de las seis y media, más bien las siete menos cuarto. ¿No había sonado el despertador? Desde la cama podía ver que estaba puesto a las cuatro, como debía ser; sin duda debía sonar. Sí, pero ¿era posible dormir tranquilamente con aquel ruido de muebles?
“¿QUÉ ME HA PASADO? ERA UN SUEÑO. MI HABITACIÓN, UN HUMANO COMO DIOS MANDA
Encima colgaba un cuadro que había recortado recientemente de una revista ilustrada y colocado en un bonito marco dorado. Mostraba a una dama ataviada con un sombrero de piel y una boa de piel que, sentada erguida, levantaba una pesada.
Y sólo se detuvo cuando empezó a sentir allí un dolor leve y sordo que nunca antes había sentido. Hacer negocios así requiere mucho más esfuerzo que hacerlos en casa, y encima está la maldición del viaje, las preocupaciones por hacer transbordos, la comida mala e irregular.
Encima colgaba un cuadro que había recortado recientemente de una revista ilustrada y colocado en un bonito marco dorado. Mostraba a una dama ataviada con un sombrero de piel y una boa de piel que, sentada erguida, levantaba una pesada.
Y solo se detuvo cuando empezó a sentir allí un dolor leve y sordo que nunca antes había sentido. Hacer negocios así requiere mucho más esfuerzo que hacerlos en casa, y encima está la maldición del viaje, las preocupaciones por hacer transbordos, la comida mala e irregular.
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